TAMARIA (19 a.C. – 2022 d.C.)
Está empezando a oscurecer. Dos siluetas se recortan en el horizonte. De todas las cabañas sale humo mientras la noche se avecina sobre el castro. El Sol se pone cada vez más pronto, hace frío y ya empieza a oler a invierno. A paso apresurado, por ese camino que tantas veces han recorrido y tan bien conocen, Verena y Bastián, protegidos por su largo capote de lana negra, se aproximan a la improvisada aldea a comunicar lo que han visto en su incursión más allá de las montañas del sur. Faltan diecinueve años para que nazca Jesús de Nazaret en Belén, pero poco les importa a nuestros protagonistas, porque ni siquiera saben que ese lugar existe. A pesar de que son los más fuertes del campamento, capaces de caminar toda una jornada sin descanso, nunca han necesitado caminar más allá de los límites de Tamaria, la tierra que los vio nacer, porque aquí tienen todo lo que puedan desear. Esos límites los conocen bien porque se pueden divisar desde las altas cumbres a las que tanto les gusta subir. Por el Norte los Picos de Europa donde viven los Orgenomescos, por el Oeste la Peñacorada donde comienzan las tierras de Vadinia, por el Este el Valdecebollas tierra de Blendios y por el Sur las vegas del Carrión hasta Saldaña donde comienzan los poblados Vacceos, limitan este bello territorio llamado Tamaria.
Verena y Bastián son dos jóvenes cántabros que vivían en Tamárica, el asentamiento más importante de Tamaria, ubicada en las orillas de ese río en el que tanto les gustaba bañarse y que ahora los Romanos llaman Nubis. Tamárica, el castro más grande de Tamaria estaba bien protegido de los vientos del norte por las blancas montañas cantábricas, que ahora, los enemigos que avanzan bajo el escudo del águila imperial de Roma, llaman Monte Vindio.
Hasta hace unos meses la vida era sencilla en Tamárica. Hacer acopio de alimentos y madera, construir y mantener murallas, cabañas y caminos, protegerse de algún ataque de otras tribus… Pero, un día frío del final de la primavera, todo cambió de repente cuando una multitud de soldados, con extraños ropajes y afiladas armas, venidos de más allá de los límites de Cantabria empezaron a arrasar todos los castros que encontraban a su paso y a someter a todos sus habitantes. El ansia de poder del César Augusto al frente del poderoso ejército del Imperio Romano estaba dispuesto a conquistar toda la península ibérica y las montañas cantábricas no iban a ser una excepción. Pero el emperador romano no tuvo en cuenta el gran valor y la dureza de los Tamáricos, Blendios, Vadinienses y demás tribus que habitaban estos maravillosos parajes a los pies de la Cordillera Cantábrica. De la noche a la mañana, todas estas tribus pasaron de enfrentarse entre ellas a unirse para intentar combatir, todos a una, al despiadado ejército que se quería adueñar de sus tierras. Y poco a poco, aldea tras aldea, los cántabros se fueron refugiando en la zona más alta del Monte Vindio, en los parajes más inaccesibles donde los soldados romanos no se atrevían a internarse, y mucho menos a combatir.
A Verena y Bastián les dio mucha pena tener que abandonar Tamárica para refugiarse en las cumbres del Monte Vindio. Hacía ya más de 300 años que sus antepasados habitaban ese bello enclave donde brota el agua del misterioso manantial de la diosa Sirona, deidad de las aguas y las fuentes sagradas. Fuentes que ahora los romanos llaman Fontes Tamarici y de las que dicen que es de mal agüero verlas cuando están secas. ¡Qué despropósito! Todos los habitantes de Tamárica sabían bien que ese manar intermitente es producido por la magia de nuestra madre de las aguas y lo único que anuncia es la felicidad de nuestra diosa favorita al ver que vivimos en armonía con nuestro entorno.
Pero ese ataque final ni siquiera empezó. Al día siguiente de la incursión de Verena y Bastián, un viento helador trajo una aterradora tormenta de nieve que, a lo largo de cinco días de ingentes precipitaciones, cubrió las cumbres del Monte Vindio con más de dos metros de nieve. Casi todos los soldados romanos pudieron huir hacia el sur huyendo de la tormenta, pero muchos perdieron la vida por las bajas temperaturas y la gran cantidad de nieve caída. En las alturas del Monte Vindio, los últimos cántabros Tamáricos que habían logrado aguantar el asedio romano durante todo el verano y gran parte del otoño, no fueron capaces de superar semejante tormenta. Las gentes del pueblo Tamárico estaban muy acostumbradas a las bajas temperaturas y las nieves del invierno cantábrico, pero la virulencia de esta tormenta, jamás vista por estos parajes ni por los más ancianos, la debilidad producida por muchos meses de asedio romano y la enorme cantidad de nieve caída a la altura a la que se encontraban fue acabando poco a poco y de manera cruel con los pocos supervivientes que hasta allí subieron a refugiarse.
Al sexto día cesó la tormenta y un sol radiante iluminó las cumbres del Monte Vindio más blancas que nunca. Verena y Bastián observaron desolados como nadie respondía en ninguna cabaña. Se habían convertido en los únicos supervivientes del Monte Vindio y, sin perder tiempo, se apresuraron a recoger todo lo necesario para huir hacia un sitio más seguro donde poder esconderse de los romanos y perpetuar la estirpe cántabra Tamárica, pero esa es otra historia…
Hoy, 2022 años después de que Jesús de Nazaret naciera en Belén, los descendientes de Verena y Bastián en Tamaria se vuelven a enfrentar a un asedio que amenaza con acabar con el esplendor de estas tierras de nuevo. Pero esta vez no es el asedio de un ejercito ruidoso y sanguinario. A día de hoy, en pleno siglo XXI, la amenaza es la despoblación silenciosa que poco a poco va dejando esta comarca sin gente que la pueda defender. La crisis de las cuencas mineras cantábricas, a lo largo de más de 30 años, ha ido convirtiendo a Tamaria en otra de las muchas comarcas vaciadas por el cierre de las minas y la industria asociada a la extracción del carbón. La voladura de la torre de refrigeración de la Central Térmica de Velilla del Río Carrión el pasado mes de octubre podría ser, tristemente, la alegoría de un moderno ejército romano arrasando de nuevo la comarca de Tamaria.
De nosotros depende que ese hundimiento sea la creación de un nuevo espacio donde desarrollar nuevos proyectos que hagan volver a brillar estas tierras. La unión hace la fuerza, y solo cuando, de nuevo, tod@s los Tamáric@s luchemos unidos y nos creamos que esta comarca, que tanto puede ofrecer, puede volver a tener la vida que merece, conseguiremos resistir todos los ataques que vengan contra Tamaria. ¡Despertad Tamáric@s, vamos allá!
Con el fin de recuperar y mantener los antiguos caminos Tamáricos y crear nuevos senderos como uno de los motores de dinamización turística de nuestra comarca, en este 2022, un grupo de Amig@s, en homenaje a esos antepasados que nos legaron este maravilloso territorio, han creado la asociación “Tamaria. Los Caminos del Monte Vindio”, para intentar hacer realidad una red de senderos que se convierta en un producto turístico que logre atraer al mayor número posible de usuarios, tanto a pie como en bicicleta. Sus armas en esta ocasión no son de destrucción sino de creación. Empuñando azadas, rastrillos y serruchos van intentando dar forma a los más bellos caminos que se puedan recorrer por nuestras montañas. Esta claro que esta no es la única iniciativa que se puede desarrollar en el territorio Tamárico para poder frenar la despoblación de la zona, pero si una que ya se ha aplicado en muchas otras zonas de España y está demostrando como atrae turismo de calidad a las localidades donde han apostado por ello. Pequeños gestos como los de este grupo de Amig@s es lo que necesita nuestra comarca para poder sobrevivir a los tiempos que corren, así que, ¡manos a la obra Amig@s Tamáric@s!
Esta revista que ahora tienes en tus manos es un claro ejemplo de como la unión es fuerza y provoca cosas bonitas. Esa unión de Amig@s Montañer@s que ceden su trabajo, aventuras y relatos para sacar adelante esta humilde publicación que tan buenos ratos te va a hacer pasar. Por eso, muchas gracias de corazón a Tod@s aquell@s que hacéis posible esta pequeña maravilla. ¡Con gente como Vosotr@s al fin del Mundo! ¡GRACIAS!
¡Un fuerte Abrazo y mucha Salud y muchas Montañas Amig@s Montañer@s!
Escrito en Tamaria por Vidal Rioja Bertrand para la revista de Peñatorquilla – Febrero 2022